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diciembre 20, 2009

Algo tiene el teatro que me trae de vuelta a esta página.

¿El verano? ¿El calor? ¿El viento sobre las azoteas de Lastarria? Puede ser que, por estos días, Santiago sea una de las ciudades más lindas del mundo, o que yo esté rebalsado de optimismo, de entusiasmo. Puede ser porque, como nunca hay teatro en Santiago. Y así como hay teatro, hay hay algo que decir y hay también -en relación a lo visto y a lo por decir- un video en youtube.

Tres amigos frente a un micrófono, en medio de lo que parece una fiesta, se miran y se ríen sin decir nada. La cámara tambalea. De pronto, sin más aviso, se ponen a cantar al unísono y todo el ruido de la fiesta, los murmullos, las risas, el sonido de las copas se callan. La canción, por supuesto, no es cualquier canción. Es la misma con la que ayer quedé mudo viendo Asamblea en el techo de Lastarria 90.

La canción es *Because*, de The Beatles y en un momento de la obra (que no es propiamente una obra) todas las preguntas que apuntan a resolver los enigmas del tiempo (no del clima, del Tiempo) encuentran respuesta en la letra. Aunque intuyo que se trata de algo más que de la letra. Quizás se puede tratar, como ayer, de la música.

Se trata de resolver una interrogante durante el desarrollo de la obra.

La del 19 de dicimebre fue: ¿Dónde estamos cuando escuchamos música?, pero podría haber sido cualquiera. La pregunta -siempre distinta según las leyes de la obra- se resuelve en colectivo, en escena y en vivo. Requiere una coreografía coordinada de acrobacias físicas y técnicas no sólo de las actrices Paula Aros Gho y Trinidad Piriz (reunidas en el colectivo laura&marta) sino que las del resto de su equipo. Y así como la versión a capella de los tres amigos en youtube es tremendamente imperfecta, la función de *Asamblea* que me tocó, aún con todas sus imperefecciones es, por lejos, lo mejor que he visto últimamente.

Planteada como una performance teatral, la pieza más allá de reinventar el concepto de asamblea, lo utiliza como espacio para reformular el formato de la pregunta (¿Estarán ahí las respuestas?). Dentro de la complejidad de los temas que plantea y de los desafíos técnicos que propone, es una obra simple. Entendible.  Inteligente. Y que le devuelve al teatro la posibilidad de realizar un diálogo con el público de manera sutil y poco invasiva.

La obra finalmente, integra las preguntas del espectador al espectáculo y así se constituye en una pieza distinta cada noche: en una obra que nunca es igual. En la repetición constante de variables en torno a un mismo asunto. Un asunto que se resuelve y se renuva noche a noche, por lo menos, hasta que la temporada termine. Pero la cosa, seguro, no se acaba ahí.

Ni aquí, ni en ninguna reflexión futura. Hay cosas que como las preguntas, a veces no terminan nunca de responderse. Pero existen silencios que a veces generan voces más atractivas que las nuestras que merecen ser escuchadas.